“Por lo tanto, imiten a Dios en todo lo que hagan porque ustedes son sus hijos queridos. Vivan una vida llena de amor, siguiendo el ejemplo de Cristo. Él nos amó y se ofreció a sí mismo como sacrificio por nosotros, como aroma agradable a Dios.”
Muchos pasajes bíblicos nos ilustran los distintos encuentros que representan el ser seguidor de Jesús. Nuestro propio Maestro expresa la dificultad que representaba ser su discípulo al decir que ni él tenía donde recostar la cabeza o exigiendo que lo vendamos todo para seguirle. Pero también es cierto que encontramos consuelo en sus palabras al saber que su yugo es fácil, que él con su tierno corazón nos enseñará para encontrar descanso a nuestra alma.
En este sentido, el ser discípulo de Jesús comienza en su llamado y en nuestra respuesta, es decir: ¿Cuánto deseo de seguirle? Pero estamos seguros de que el llamado de Jesús es mucho más grande de lo que podemos imaginar. Cristo quiere enseñarnos a ser pescadores de otros hombres que sean sus discípulos, a vaciarnos de nuestra vida egoísta y a mantenernos fieles a sus principios de amor.
“El ser discípulo de Jesús comienza en su llamado y en nuestra respuesta, es decir: ¿Cuánto deseo de seguirle?”
Cuando pensamos en los por qué de un discipulado, podemos recaudar algunas de las circunstancias que provee el reunirse una vez por semana con 2 hermanos o hermanas para aprender a seguir los pasos de Jesús juntos:
Estudio del mensaje bíblico: Recorrer a profundidad y acompañados de distintas perspectivas un tema o libro a estudiar.
Relaciones íntimas: Forjar una confianza profunda y segura que represente un reto para cambiar nuestra vida, abriendo el camino a confrontaciones amistosas.
Compartir disciplinas espirituales: Practicar en compañía los hábitos que nos acercan a Dios, de esta manera, compartir nuestras cargas.
Dar testimonio: Cobrar el ánimo y utilizar los recursos brindados para enseñar a otros lo aprendido.
Para más información acerca de nuestros pequeños grupos de discipulado, hacé clic acá.